Entro a mi casa
abierta cerrada abierta
días sin pisar
detrás de la puerta
una luz
la misma que dejé encendida
para que cuidara
la noche
para que el fantasma que habita conmigo
no piense que me he ido para siempre
porque con los viajes
y los caminos
también aprendí a volver
también aprendí a desandarlo todo
y a olvidar
y untar con miel las heridas
para lamerlas y desatarlas
cuando menos lo espero
como un tornado
en un sueño oscuro
una yegua de la noche
que galopa dentro mío
innecesariamente
porque todo eso
lo cerré
lo dejé bajo llave
en una cueva neutra y sin rencores
de mi memoria
entonces
para qué volver
si no hay nada qué buscar ahí
cruzo el portal
y sé que el tiempo pasó
llevándose todo
sé que aprendí
a manejar a mi antojo
la historia de las palabras
a través de las rocas
y nunca soy yo
la misma
que regresa
siempre es
alguien más
abierto
más sensible
todavía
como se puede ser más sensible
todavía
y respirar
y dejar que los ojos se vacíen
cuando una canción
camina a la par del atardecer y los cerros
cierro mi ventana
efímera
y quiero tomar la tierra
abrazarla
que me diga otra vez
en ese silencio
lo que es la espera
y el tiempo
y la noche
quiero traer conmigo
todo esa maraña
de voces incorpóreas
que me llevan lejos
esas luces que nacen
de los rincones del universo
y son mías
son solo mías
aquí en mi cabeza
quiero que mi hogar
sea el frasco
donde guarde todas las palabras
estas
que nunca alcanzan
hasta que se rebalsen
y se llenen de vida
todas la puertas
todas las ventanas de mi casa
hasta que no me quede
las paredes
para escribir
las pobres paredes blancas
de mi casa
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