martes, 7 de enero de 2014

gesto


I

habrá que admitir
que aún cuando
las tormentas
son terribles
y arrasan con todo a su paso
y nos dejan ante el miedo del agua
y nos detienen en el tiempo
son hermosas
antes de estallar
aunque nadie mire el cielo
y piense qué habilidad tiene en su arte
la naturaleza
que todo lo destruye
para golpear con la belleza el ojo
y nublar el ego
la estructura invencible de lo que se desvanece

hoy
en el camino
antes de que lloviera
y temblaran las ciudades
una mujer peinaba
el pelo blanco y anciano
de su madre
lo acomodaba hacia atrás de su oreja
y le miraba la cara
simplemente
con amor
la boca de tortuga
sin dientes
de una vieja  madre
de una mujer venida
de la tierra
hace tanto tiempo
como su memoria eterna
capté
en ese segundo
el amor
y supe
que
esta existencia terrible
tiene un pulso
imposible de nombrar
impotente ante este lenguaje
se nos está escapando
lo que late
lo que ruge
el color de los cuerpos cuando sienten
y cuando ya no sienten
cuando por fin se apagan

todo hombre
y mujer
ha conocido
aunque sea
una vez
ese ritmo
está inscripto en las células
que compartimos
con las nubes
y los árboles
pero lo olvidamos
como olvidamos
dejar pasar la furia
o no atenderle el capricho
a la ambición
y por eso
estamos condenados
a volver
a repetir
todos los obstáculos
todos  los procesos
hasta aprender a ser uno con el mundo
y con los seres
y la materia de nuestros miedos


II
supe
que ese lugar que habita tu recuerdo
en mí
no es capricho
sino ley
que rige
las mareas
y los lagos
es la circunstancia perfecta contra el olvido
 la verdad de lo que habita en mía través tuyo

supe
que alguna vez
en algún momento de este mundo
yo debo haber abrazado tu espalda
para cubrirme del trueno
y tu mano debe haber peinado
mi pelo
detrás de mi oído
y seguro  me miraste
y dormimos
y ese segundo quedará indefenso
pero perpetuo
ante el silencio 

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