son las últimas tardes
del invierno
dentro de la cueva blanca
de los sueños que fui tejiendo con mi propia piel
ves
la línea líquida de los días
agrandarse
y ya poco queda de la noche
en que nos abrazamos
tendidos
por el fuego de la desidia
y el silencio
estaría horas
largas horas
mirando como todo cambia
aquí arriba
en este faro
sitniendo el sol golpear mis párpados
sin lastimarme
lo que más me gusta del invierno
es el sol
que nunca me hace daño
podría creer en dios
bajo estas nubes
si no fuera
porque
afuera
también están las bombas
he aprendido
a aceptar los ciclos y las aves
a celebrar
la vida que tengo
la que me dejo tener
bajo este manto protector
las luces
se encienden
los ojos de una luciérnaga que huye
el sol
cae
muere
y todo lo hace hermoso
las ballenas grises que viajan en esas nubes
se desprenden
del temor
y
ninguna oscuridad nos asusta
ya
ni las tempranas
hornallas
ni los fuegos incandescentes de los árboles
ni las lámparas
estamos esperando
agazapados
lo que viene desde el oeste
un perro cuando ladra
los adoquines cuando vibran
sobre mis pies
el roce
del viento frío
y quisiera creer
en dios
si no fuera por las bombas ahí afuera
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