miércoles, 3 de febrero de 2016

Himnos


Mis alumnos
escriben Nirvana en los bancos
cantan Rape me como si fuera un himno
cantan como si Kurt Cobain viviera.
Tienen la edad que yo tenía
cuando salió Nevermind,
o cuando Kurt se pegó un tiro.
Cantan como si fueran los noventa.
Pienso, entonces,
en lo que dicen los cínicos,
que todo cambia, pero es mentira
que el cambio sea el avance;
a veces,
es sólo volver atrás.
Me niego a creer
que ellos no sienten
la misma rabia que yo sentía
cuando el mundo se caía a pedazos.
Llevamos en nosotros
una década de duelo
y otra de resistencia.
El cuerpo aprende a caerse y levantarse
para volver a caminar.
Un ritmo sin sentido
Sosteniéndonos en el mundo,
como un susurro de ira
que se vuelve clamor.
¿De qué color es el futuro?
¿Cuánto hay que escribir
para hacer de este mundo
algo más parecido a nuestros sueños?
¿Les cuento, a mis alumnos, cómo termina la historia?
En la decepción,
en la ruptura de la Red ,
en las casas que van cayéndose
con las familias adentro.
¿Me acerco a ellos
y les digo que Kurt no se mató?,
que lo mataron
como a Lennon o a Gandhi
pero que no importa,
porque la rebeldía,
es una cinta que se repite
hasta el hartazgo;
que no queda nada
si no se deja el cuerpo.
Les digo que la Historia
hace con nosotros lo mismo
que con los monumentos:
los derrumba,
pero también los inventa.
No, no todo está volviendo.
Lo que vuelve,
es distinto.
Cada acto es dos veces:
una tragedia y una farsa
y, ahora, en este campo minado,
también toca elegir
de qué color serán las pintadas
que usemos como bandera,
cuán alto tienen que mirar
para ser águilas,
cuáles son las letras que velan el olvido,
cuál es la manera en el que día nace y muere,
y siempre hay oscuridad
y siempre hay luz.
Les digo que lean que escriban que sean,
aunque nos aplasten,
los sueños crecen al infinito.
Les digo que sigan cantando,
cada vez más fuerte
porque sólo así sabremos
hasta dónde llega el silencio,
y hasta dónde llega nuestra Voz.

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