la terraza
no era mía
hasta que la hice mía
y tenías
que venir
no reconocí tu olor
no supe quién eras
dudé
comprendí
que habías dejado de ser
el que habita
para ser un pasajero
eterno como el viento
en todo lo que atañe a la ira
ya no quedan rencores
ni palabras
y todo lo que quise
fue
quedarme
en un abrazo que nos calme ante la nada
me moví lenta
en la noche
en la cama
como si reptara
me preguntaste
querías saber
si me costaba
el cuerpo
si dolía
algo
si tu brazo clavado me incomodaba
lo único que tenía
para darte
era lo que te di
pensé
y creo que dijiste algo
como un lamento
o un rezo
y dijiste
cantá
entonces abrí
las luces
y dije mi nombre
hasta que quedó grabado
hasta que terminó la noche
y fuimos dos
por caminos de adoquines
dos
que ahora entienden
y sueltan
la mano del otro
porque eso también
debe ser amar
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