domingo, 31 de enero de 2010

Rutina


Despojándome
 lentamente de las sábanas
 con los talones almidonados por el sueño
 camino hasta la puerta
 hago girar un tubérculo rojo
 por llave
 detrás esperas
 después de haber visto el amanecer
 en una ruta
 después de haberte acostado
 con la soledad de las copas vacías
 venís
 murmurando un poema que olvido
 me rasco
 los ojos
 como despegando hormigas
 llevo una musculosa blanca
 y la cara de la noche
 los labios se  hinchan
 los ojos desaparecen bajo dos líneas negras
 No sé como llaman
 tus brazos
 a mi espalda
 pero cruje
 cuando me cuelgo de tu cuello
 y dejo que me beses.
Hay un espacio
 entre el final de mi mandíbula
 y mi lóbulo
 que ha quedado limpio
 ahora
 te abro la cama como una gaviota
 y me acurruco
 sobre mi lado izquierdo
 para respirar mejor
 espero a que te saques
 el traje de los agujeros negros
 y cierro los ojos
 sé que estás
 porque tu calor invade las almohadas
 se que estás
 mis dedos buscan
 un lugar que conocen
 desde pecas y pestañas
 ya en tu codo
 sonrío
 apenas
 tomada por el estupor
 de una rutina que quisiera leer siempre
 y me vuelvo a dormir

Sueño I

Tengo que escribirlo antes de olvidarlo. Porque cuando  se sueña con un deseo,  con una esperanza
cuando ese deseo cobra, apenas una forma es un momento gloriosamente silencioso.
Uno sabe que sólo está ahí ese mundo, esa porción de tiempo que no es que tal vez nunca sea, que se ha quedado suspendido en un espacio entre lo real y lo simbólico. Tengo que escribir sobre esto. Para hacerlo un poquito real. Para mirarme al espejo mañana y decir. Al menos estaba en mis sueños.

Soñé con un niño. Un varoncito. Era hijo tuyo. Pero era algo mío también. Y yo jugaba con él y él jugaba conmigo, (justo así como jugas conmigo). Nos hacíamos cosquillas. Nos dabamos besos. Amaba profundamente a ese niño. No sé porque. Sólo sabía que era tu hijo. Ya con eso me bastaba para amarlo. Pero no. Era algo más. Y el amor que sentía  por él jamás lo había sentido por ningún niño o niña.

Entonces miré su cara detenidamente. Y tenía tu sonrisa. Y tenía mis ojos. Y entonces supe. Porque vos apareciste también. Supe que ese no era sólo tu hijo. Era nuestro hijo. Porque nos miraste jugar. Nos mirabas mientras trataba de hacerlo dormir. Y te acercaste y le pusiste una sábana en la cabeza, jugando también. Y yo te besé. Y lo besé a él. Y nunca en mi vida fui tan feliz. 

Después me envené con mercurio. Corría de acá para allá. Para asegurarme que yo, sólo yo había tocado el mercurio del termómetro roto. Sentía la boca pastosa. El sabor del metal. Me lavé la boca, tal vez con una medicina. Tal vez. Y vos te quedaste cuidándolo mientras yo iba y venía. Luego me dijeron. Los médicos o una voz en el teléfono que todo estaba bien. Que mi hijo estaba sano. Que todo estaba bien. Nadie iba a morir. Me sentí aliviada. Y entonces me despertè.

Después recordé que el sueño comenzaba con un viaje. Un viaje en un tren antiguo. Mi hermano iba en el tren. Y hablábamos. Los vagones tenían el aspecto de la línea A. El olor de la madera antigua. Veíamos la noche clara a través de las ventanas abiertas. Estábamos atravesando un campo.  Mi hermano y yo sólo hablábamos. Estábamos felices.

Después recordé el sueño con el niño. Tu sonrisa, mis ojos. Es un deseo. Yo sé que es sólo un deseo. Yo sé que la realidad dista mucho de coincidir con lo que mi cabeza va armando como historias.No sé qué significa soñar con algo así. Y mi analista está de vacaciones. No sé qué significa. Sólo puedo decirte que fue hermoso. Fue un sueño hermoso. Y tal vez ese hijo  sea una nueva manera que nace entre vos y yo. Un puente que hemos cruzado.  Tal vez un camino que apenas estamos empezando a recorrer. Es un deseo. Es una esperanza. Y nada más que eso. Pero qué felicidad. El momento en que nos besamos los tres. Qué felicidad.

Yo tengo miedo.
No te voy a mentir. Tengo miedo. Tiemblo. Dudo. No sé cómo actuar. Me sorprenden las cosas. Me sorprende la claridad que este camino está tomando para mí. Como ese cielo detrás del vagón que huye. No puedo pronunciar ciertas palabras. Todo es como un conjuro. Siento que soy frágil, que voy a romperme. Siento que soy fuerte. Que mi frialdad es invencible. Que nada puede decirme que no.
Pero lo cierto es que tengo miedo. De abrirme. De herirme. De amar.
Porque no importa qué haya significado ese sueño, nada fue tan lindo como ese sentimiento que me abrazaba. Y era sólo mi imaginación. Lo sé. Pero que claro fue todo. Claro y silencioso. Como un secreto que me pienso llevar lejos. Dejarlo en el fondo de todo lo que sé o que conozco.
Porque he vuelto a ser la niña que teme decir lo que siente. Se lo debo al pasado. Al dolor. Pero también se lo debo a todo lo que quiero que sea diferente. Porque sólo así podré ser feliz. Como cuando te miro a los ojos. Como cuando te miro a los ojos. Te amo, y ese es mi secreto. Y nadie lo sabrá. Ni siquiera yo. Y prefiero que así sea. Te amo tanto.

jueves, 14 de enero de 2010

Alta marea


Cuando un hombre y una mujer que se han amado se separan
se yergue como una cobra de oro el canto ardiente del orgullo
la errónea maravilla de sus noches de amor
las constelaciones pasionales
los arrebatos de su indómito viaje sus risas a través de las piedras
                 sus plegarias y cóleras
sus dramas de secretas injurias enterradas
sus maquinaciones perversas las cacerías y disputas
el oscuro relámpago humano que aprisionó un instante el furor
                de sus cuerpos con el lazo fulmíneo de las antípodas
los lechos a la deriva en el oleaje de gasa de los sueños
la mirada de pulpo de la memoria
los estremecimientos de una vieja leyenda cubierta de pronto
                con la palidez de la tristeza y todos los gestos del abandono
dos o tres libros y una camisa en una maleta
llueve y el tren desliza un espejo frenético por los rieles de
                la tormenta
el hotel da al mar
tanto sitio ilusorio tanto lugar de no llegar nunca
tanto trajín de gentes circulando con objetos inútiles o
enfundadas en ropas polvorientas
pasan cementerios de pájaros
cabezas actitudes montañas alcoholes y contrabandos informes
cada noche cuando te desvestías
la sombra de tu cuerpo desnudo crecía sobre los muros hasta el techo
los enormes roperos crujían en las habitaciones inundadas
puertas desconocidas rostros vírgenes
los desastres imprecisos los deslumbramientos de la aventura
siempre a punto de partir
siempre esperando el desenlace
la cabeza sobre el tajo
el corazón hechizado por la amenaza tantálica del mundo

Y ese reguero de sangre
un continente sumergido en cuya boca aún hierve la espuma de los
               días indefensos bajo el soplo del sol
el nudo de los cuerpos constelados por un fulgor de lentejuelas
               insaciables
esos labios besados en otro país en otra raza en otro planeta en otro
               cielo en otro infierno
regresaba en un barco
una ciudad se aproximaba a la borda con su peso de sal como un
               enorme galápago
todavía las alucinaciones del puente y el sufrimiento del trabajo
               marítimo con el desplomado trono de las olas y el árbol
               de la hélice que pasaba justamente bajo mi cucheta
éste es el mundo desmedido el mundo sin reemplazo el mundo
               desesperado como una fiesta en su huracán de estrellas
pero no hay piedad para mí
ni el sol ni el mar ni la loca pocilga de los puertos
ni la sabiduría de la noche a la que oigo cantar por la boca de las
               aguas y de los campos con las violencias de este planeta
               que nos pertenece y se nos escapa
entonces tú estabas al final
esperando en el muelle mientras el viento me devolvía a tus brazos
               como un pájaro
en la proa lanzaron el cordel con la bola de plomo en la punta y el
               cabo de Manila fue recogido
todo termina
los viajes y el amor
nada termina
ni viajes ni amor ni olvido ni avidez
todo despierta nuevamente con la tensión mortal de la bestia que
               acecha en el sol de su instinto
todo vuelve a su crimen como un alma encadenada a su dicha y
               a sus muertos
todo fulgura como un guijarro de Dios sobre la playa
unos labios lavados por el diluvio y queda atrás
el halo de la lámpara el dormitorio arrasado por la vehemencia
               del verano y el remolino de las hojas sobre las sábanas vacías
y una vez más una zarpa de fuego se apoya en el corazón de su presa
en este Nuevo Mundo confuso abierto en todas direcciones
donde la furia y la pasión se mezclan al polen del Paraíso
y otra vez la tierra despliega sus alas y arde de sed intacta y sin raíces
cuando un hombre y una mujer que se han amado se separan.


Pozo en el desierto

Hay
un temblor de colchones
y entonces las estrellas vienen a estirarse
en el patio de azulejos

Avanza la noche de tortugas de mar

Una tormenta de tiempo
murmura la sombra en el hueco de un árbol
Las aves cuando vuelan,
una boca cuando respira
Y hay
un collar de tienta alrededor de la vida
Una cobra enseña a dormir
en la mano de un gigante:
Toquemos el calor
de sus hombros
Pintemos los muros
con letras que se olvidan

Y hay
un sueño en jeroglíficos de lata
Tomar
lo que no puedo decir
como vagones y calles
una escalada de recuerdos
ahí nos queda la lengua varada

Terminar el humo,
deslizar la cama
hablando de ojos grises
dejando las manos libres
esperando
en el frío de los techos
un cuento y una bienvenida