El cuerpo sabe entender
que esos hilos
no sirven
para sostener en el cielo
las cabezas agitadas por el grito de ameba
Entonces
deja que caiga
el párpado y la vigilia
sobre el calor inmenso de la pantalla
y se duerme preguntando
si mañana habrá olvidado
lo que era llorar
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