miércoles, 1 de septiembre de 2010

Cerebro de mono


El otro día te hablé cuando estaba viendo mi muerte.
Una doctora con bata azul y yo mirábamos una ecografía de mi corazón. Todas estas lastimaduras, ves, todas estas y este infarto te están matando, qué infarto, cuál, este. Puso su mano azul en mi pecho y  el corazón estaba a punto de salirse. Dolía. No podía respirar. Creí que me moría. Y todo por tomar escamas de pescado sin permiso del rey. A quién se le ocurre.
Por suerte, desperté.
Te hablé y me mirabas. Los ojos grandotes como siempre. Había una aspereza en tu codo, recuerdo. Había un sendero finito hasta tu hombro. Tenías el tórax pequeño. Jamás supe si había encontrado tu boca. O era sólo una mascarita. Era sólo una mascarita.
A veces despertás demasiado lejos de mí como para vernos.

Pero antes de morir, quise hablar con vos.

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