viernes, 17 de agosto de 2012

el agua

voy a hacerme un té limpio
voy a calentar un jarro azul de leche
comerme la nata
despacito
saboreando
la unicidad de mi paladar
porque sólo a mí me gusta
y ya me lo han dicho
y a mí
más me gusta
me gusta
dos veces
a la enésima potencia
más
saber
que hay algo en el mundo
que sólo me gusta a mí
como la lluvia
que no para
la lluvia
incesante
la lluvia que no descansa
ni sobre los pisos
mojados
los adoquines
ni sobre los vidrios
que se llenan
de estelas y de luces

entonces
veo la soledad
de los papeles
las cuentas
que todavía no apagué
los libros
que no saben ubicarse
y torcidos
en escalones
a la nada
se portan
desordenadamente
en mi biblioteca
y veo en mi boca cerrada
apenas una mueca
y sostengo en mi mano
la taza
y veo caer la cortina de gua
incansable
sobre los techos
sobre los techos
tal vez mañana
ya no esté
para ver
los techos
las luces tímidas
tal vez las luces ya no estén
y todo se haya hundido
tal vez mañana
el sol apague las torres
rojas
y nos quedemos
en la intemperie
de los días soleados
en la desnudez
de los adoquines secos
ahora
si piso una vereda
mientras la lluvia
moja mis dedo
metiéndose en los bolsillos
si camino
con los ojos clavados a los adoquines
encuentro el caos
que van dejando los regaderos
encuentro la mierda
diluyéndose
y la basura
sin dueño
y ese caos me agrada
porque se parece
a este estado del pensamiento
en el que navego
conmigo
como si no tuviera vela
como si el agua fuera mis alas
como si el tiempo
estuviera compuesto
solo del momento
pequeño y perfecto
en el que enciendo la llama
azul
de la leche
en que vuelco el té
sobre mi pecho
y abro la ventana
para espantar
la costumbre
como si despertara desnuda
en un mundo de desnudos
como si despertara
ahora en el cielo
para seguir soñando
para nunca más despertar



jueves, 2 de agosto de 2012

sirenas y jardineros

olvidé mi nombre
pero tenía
en el lomo de mi caminata
inscripto en la piedra
la voz
con la que las estrellas me llamaron
una vez
una vez
caminé
por los senderos
antes de la tormenta
y los jóvenes
de pelo corto
altos
con delantales grises
y mamelucos
y botas
de jardineros
plantaban
en los surcos
y ponían
nombre a las plantas
y a las aves
ahora que el mundo
debía ser nombrado
otra vez
otra vez
seguí el sendero
que mi niñez guardó en mi memoria
el sendero de flores naranjas
de edificios bajos
como bloques
con grandes árboles en el centro
de los jardines internos
así
mi mundo
siempre parece un bosque
un bosque perdido en el tiempo
que jamás arde
que jamás cede
entonces comenzó a llover
y me quedé durante horas bajo el techo
bajo el resguardo
gris
de una tienda
y cuando volví a caminar
por las calles
porque las veredas
eran del pasto
las calles eran un río claro
de rocas azules
y mojaba mis zapatos
y caminaba contra la corriente
y sentía el agua meterse en mis zapatos
y en las esquinas
como sirenas de proa
había mujeres
que me esperaban
y me daban la mano
para que pudiera cruzar
al otro lado
para que pudiera avanzar
y salir del agua
para que llegara
al costado seco de la vida
y ya no olvidara caminar